Apenas habían pasado diez minutos de las ocho de la mañana, el frío entraba al interior del coche recién aparcado y el termómetro marca tres grados. El suelo seguía encharcado después de las lluvias de los últimos días y justo acaban de cerrar el grifo, ya que de los árboles se escurrían las últimas gotas del chaparrón vespertino. La pereza recorría todos mis huesos, como el frío, pero cuando la chispa se enciende en tu interior, es difícil retenerte!
Así he comenzado esta mañana, aparcado en la parte trasera de Garbera, me he encaminado hasta la entrada al parque de Ametzagaina y tras programar el reloj para una carrera de entrenamiento (y esperar a que el GPS diese la señal de ‘listo’) he comenzado a correr por los caminos del parque.
Comenzar me resulta fácil, tengo fuerza y energía, pero de la emoción enseguida paso a concentrarme para no gastar mis energías de golpe para que me duren los 30 minutos programados para correr. El camino que suelo tomar, pasa por un pequeño bosquecillo, y teniendo en cuenta que aún no ha amanecido, apenas hay visibilidad, hasta que la pista te lleva por una explanada desde la que se divisa buena parte de Gipuzkoa.
Es en ese momento en el que comienzo a disfrutar de correr: estas en un entorno casi natural (y digo casi porque hay carreteras al rededor y algún que otro polígono industrial) y puedes disfrutar de los montes a distancia y en un segundo, contemplando las vistas en la primera vez del día, te das cuenta que los montes se han cubierto de blanco tras las precipitaciones de la noche.
Es justo ese momento de asombro, de ver las primeras nieves del año junto a tu puerta, en el que te das cuenta del regalo y sientes que el esfuerzo de madrugar, de luchar por un objetivo, merece la pena a pesar de lo malo que puedas tener en tu día a día. Pero lo mejor de todo, ha sido la doble sorpresa, porque no me esperaba que con un cielo casi despejado pudiera haber un amanecer tan bonito.
Como podréis imaginar no he podido parar de sacar fotos! Espero que os hayan gustado tanto como a mí sacarlas. Ah! Os preguntareis si he corrido algo, pues sí, poco pero menos es nada:
Distancia: 5,27km
Tiempo: 34:00min
Ritmo: 6:27km/min
Ascenso: 150m
Nos vemos en el monte! Que paséis un buen fin de semana!
Esta ruta, de 11,4km de recorrido total, parte desde el caserío Malet, situado junto a la carretera NA-4410 (después de pasar Bera). Tiene un trazado lineal y presenta una dificultad media, tirando a alta debido a las pendientes que aparecen en el camino más que por el propio terreno a atravesar. Esta ruta, con una pendiente media del 13,78%, presenta puntos con pendientes de hasta el 30%. La cima del La Rhune, tiene una altitud de 905m y además tiene un par de bares y restaurantes, ideal para reponer fuerzas tras la subida.
Esta ruta es válida para practicar tanto Trail Running como BTT.
A continuación se muestran el perfil y el mapa de esta ruta.
Cómo llegar
Para llegar hasta el aparcamiento situado junto al Caserio Malet, primero hay que llegar hasta Bera (antes conocido como Vera de Bidasoa).
Tomando la AP8 sentido Irún se continúa hasta casi la frontera con Francia, hay pasar el peaje situado junto a la salida hacia Irún, continuar por la autopista hasta que, justo antes de la frontera, se toma la salida 1 hacia Bera por la N121-A. Tras recorrer unos 9Km, se toma la salida hacia la derecha dirección Bera por la NA-8304. Circulando por la localidad, se tomarán dos desvíos, ambos siguiendo la indicación «Hacia Francia por Lizuniaga» hasta que se deja atrás el pintoresco pueblo.
Poco más de 1Km después de dejar la zona urbana, se llega un tramo de carretera que desciende hacia una curva muy pronunciada hacia la derecha, aquí es donde está el Caserío Malet y donde comienza el camino hacia el La Rhune. Si no hay sitio para aparcar habrá que continuar hacia adelante para poder hacer un cambio de sentido y buscar otro sitio donde dejar el vehículo estacionado. Una opción es dejarlo en Bera, y llegar hasta el Caserío Malet andando por la carretera, aunque no es muy recomendable ya que habrá que extremar la precaución en este tramo debido a que los coches circulan muy rápido y apenas hay arcén por el que transitar.
La ruta
Como ya se ha comentado, esta excursión presenta un nivel de dificultad medio-alto debido a las fuertes pendientes y a la continuidad de las mismas: se salva un desnivel de 813m en algo menos de 6km. El terreno es muy poco accidentado, caminando la mayor parte del tiempo por una senda llana. El camino comienza entre el Caserío Larun Bide (a la izquierda) y el Caserío Malet (a la derecha), girando hacia la izquierda para dejar a la espalda el Caserío Malet. Delante aparece una bifurcación, habrá que tomar el sendero de la derecha, que asciende y se separa de la edificación, internándose en el bosque, tal y como se puede ver en la siguiente imagen.
Poco a poco va tomando altura, pero el camino gira hacia la derecha para ocultarse de la luz y resguardarse en los lindes del bosque y dependiendo de la época, estará más o menos embarrado. A los pocos metros aparece una bifurcación donde varios caminos nacen bajo los pies para seguir diferentes objetivos. ¿Cuál llegará hasta la cima del La Rhine? De los dos senderos que se desvían hacia la la derecha, habrá que tomar el que asciende bruscamente, tal y como se ha indicado en la imagen siguiente:
Tramo intermedio.
Los pasos son cada vez más inestables, debido a la cantidad de piedras sueltas que van apareciendo, y la respiración comienza a acelerarse en esta primera subida. De repente, en un giro hacia la derecha aparece una senda que se desvía hacia la izquierda, pero se continuará por la derecha aunque realmente da igual por donde ir ya que ambos caminos confluyen en el mismo punto (ver mapa).
La hierba, corta y tupida, puede hacer que este nuevo tramo hasta llegar a la Portulen-Borda sea más cómodo, sin embargo una pequeña parte del camino está repleta de cantos rodados como si alguien los hubiera traído de la costa, obligando al viajero a poner más atención en cada paso para evitar torcerse un tobillo.
Una vez que se llega a esta vivienda, hay dos opciones: Continuar por la pista de hormigón hasta el siguiente caserío (Artaturia) o tomar una pequeña vereda que, partiendo desde enfrente de la borda, llega hasta el mismo caserío. En este caso tomaremos el atajo, pero es indiferente un camino u otro.
Después del atajo, se continúa por la pista de hormigón hasta llegar al caserío Artaturia, desde donde el camino se convierte en una travesía que desemboca en una explanada a la que algunos acceden en coche y desde donde comienzan la subida a la cima del La Rhune.
Tramo final.
A partir de esta explanada comienza el tramo más duro de la etapa: los desniveles son más pronunciados, del orden del 23% y la continuidad de los mismos mucho mayor que hasta ahora. La pista bordea el bosque que descansa junto a la pradera, llegando a un nuevo desvío señalizado. En este punto se tomará el camino de la izquierda (tal y como se ve en la siguiente imagen) y ya que realiza una ascensión en zigzag, se pueden tomar los tres atajos existentes para acortar el camino, aunque hay que tener en cuenta que la subida será más pronunciada (se sube lo mismo en menos distancia).
Una vez que se se terminan los tres atajos (o los zigzags si se ha continuado por la pista), el camino continúa en linea recta, acompañado por la izquierda por una ladera con espinos y helechos, y protegido del viento por un bosque de pinos a la derecha.
Este sendero alcanza una vaguada donde convergen otros caminos que suben hasta el La Rhune desde distintos puntos. Se tomará el camino que claramente discurre hacia la cima y que pasa por debajo de la edificación existente, tal y como se puede ver en la imagen.
Las apariencias engañan y pronto lo que parece una suave pendiente se convierte en una lucha donde las distancias crecen a cada paso, como si el monte se estirase evitando coronar su punta, una lucha interna, mental, en la que los ánimos a uno mismo son indispensables para alcanzar la meta, sin rendirse y conseguir un nuevo objetivo.
Tras un breve descanso para sacar las fotos oportunas, beber agua y retomar fuerzas, toca retornar por el mismo camino para volver hasta el coche.
Un poco de historia
El Larrún o La Rhune es un monte que pertenece a la cordillera de los Pirineos. En realidad este ‘monte’ se trata de un estratovolcán, un volcán cónico de gran altura. Fue la emperatriz Eugenia de Montijo (1826-1920), esposa de Napoleón III, quien puso de moda las excursiones a este monte durante sus vacaciones en Biarritz.
Dice la leyenda que fue el hogar de la ‘lehensugea’ (primera serpiente en euskera), una gigantesca serpiente de siete cabezas. Viejos cotilleos sobre ‘Akelarres’ en la misma cima del monte recuerdan algunos. Y desde la prehistoria, la presencia del hombre sobre estas laderas queda patente con los crómplechs, túmulos y otros dólmenes que descansan bajo la atenta mirada de una cima que no descansa.
Otra forma de visitar esta cima, es tomando el Tren de La Rhune, un pintoresco convoy de cremallera que asciende todos los días.
Es importante que la ruta vaya a salir bien, por lo que antes de la partida hay que decidir que comida se va a llevar, la cantidad de agua que se va a necesitar y si es necesario ropa de abrigo. Es muy importante adaptar la duración y la distancia de recorrido al nivel físico de los participantes. Es preciso dosificar el esfuerzo para ir gradualmente aclimatándose a la frecuencia cardíaca (que aumenta con la altitud).
Más que la distancia, se tomará como referencia el desnivel. En una hora, un senderista de nivel medio puede ascender unos 300m de desnivel, y descender unos 500m. Es de gran ayuda realizar una breve pausa de 10min cada hora, para recobrar el aliento e hidratarse.
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